El pasado mes de junio se celebró en el ARQUA, Museo Nacional de Arqueología Subacuática, el II Curso Interministerial sobre Protección del Patrimonio Cultural Subacuático (PCS), al que asistieron miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, especialmente de unidades subacuáticas y de la UCO de la Guardia Civil y Policía Nacional, además de miembros de la Armada Española, técnicos del Ministerio de Cultura y otros profesionales en la materia.
Partiendo del Plan Nacional de Protección del Patrimonio Arqueológico Subacuático, elaborado desde el Ministerio de Cultura, se intenta que todas las instituciones y administraciones con competencias en materia de gestión puedan participar de forma activa en estos foros y eventos formativos. Las atribuciones a cada Ministerio se explican en el Plan, pero, a grandes rasgos, son las siguientes:
El Ministerio de Cultura ha de velar por el cumplimiento de la Ley de Patrimonio Histórico Español y sus desarrollos, difundir el régimen jurídico pertinente y participar en la elaboración de textos normativos, además de todas aquellas actividades de carácter técnico de su competencia.
El Ministerio del Interior participa sobre todo a través de los CC y FF de Seguridad del Estado, con competencias de protección del patrimonio y actividades ilícitas.
El Ministerio de Defensa, con la Armada Española a la vanguardia, se encarga de la protección del PCS in situ, y tiene la potestad sobre Buques de Estado Españoles hundidos.
El Ministerio de Medio Ambiente o para la Transición Ecológica, se encarga de gestionar los permisos de intervención en aguas litorales y territoriales de su competencia, aunque los permisos de intervención se expiden en última instancia desde las Comunidades Autónomas.
El Ministerio de Fomento, o con similares funciones, son importantísimas instituciones de gestión para poder investigar en entornos portuarios.
Y es aquí donde quiero hacer especial mención. La Arqueología, en última instancia, se fundamenta en procedimientos científicos, que, en el caso de una excavación, suponen la destrucción de un propio yacimiento, pero que se valen de una metodología por la que se conoce al detalle lo que se está investigando. Por otra parte, los arqueólogos no queremos que se detenga el transcurso del tráfico portuario ni la economía, por lo que hemos de encontrar herramientas para, en conjunto, investigar en yacimientos portuarios, de forma controlada y sostenible, para ofrecer productos derivados de la correcta investigación, que doten a las poblaciones de un lugar de un discurso histórico e identitario más potente que lo que tradicionalmente se conoce. Estos trabajos han de derivar en que la ciudadanía conozca y disfrute de su patrimonio, ya que el PCS pertenece inherentemente a la Humanidad, aunque sean los Estados y sus instituciones quienes lo gestionen. La buena planificación y la creación de nuevas herramientas de gestión e intervención interinstitucionales, creo que generan modelos vitales para crear productos económicos derivados de la investigación, que ponen en alza las características de un lugar y que generan beneficios para la población. No es desdeñable el crear una red de gestión arqueológica en los puertos locales, estatales o a nivel internacional, en la que la investigación y la correcta gestión ayude a estas instituciones a posicionarse en un escalafón social vinculado a la Cultura.
No podemos olvidar que el PCS es una muestra de las vidas, tradiciones y actividades de nuestras poblaciones, y mostrar a la ciudadanía auténticos tesoros de madera y cerámica bien estudiadas y a través de una buena gestión -así como otros múltiples objetos-, pueden dotar de gran prestigio a quienes lo promuevan, donen y estudien, además del beneficio económico de su gestión; no olvidemos casos como el Museo del Wasa en Suecia, del Mary Rose en Inglaterra, o el museo que creó Bart Simpson para mostrar un billete de 1.000 dólares, billete raro ya de por sí, con el que triplicó el valor del propio papel.
Se pueden hacer cosas increíbles, y las historias navales y marítimas reales superan en muchas ocasiones a la ficción, sobre todo, si se sabe cómo contarlas y cómo fundamentarlas.